lunes, 8 de abril de 2013

EL QADAR EN EL ISLAM

Ley de la existencia, Voluntad de Al-lâh. El qadar es una realidad fundamental para el musulmán; tal vez la piedra angular de la cosmovisión islámica. El qadar es lo que sucede, y a eso es a lo que se aban­dona el mu’min como la Voluntad de Al-lâh. El qadar significa que las cosas funcionan aparte de ti, al margen de tu nafs, de la idea que tienes de tu posición en el universo. Cuando el ser humano cree no estar sometido al qadar se vuelve una criatura pretenciosa, ridícula. Desde sus orígenes, el qadar es para los musulmanes, de hecho, un magnífico instrumento de liberación de la culpabilidad, la violencia reactiva, el fracaso y la desgracia, porque “Todo ha sido decidido por Al-lâh”. Pero no ha sido nunca una excusa para la inmoralidad, la arrogancia o el fatalismo. Es importante hacernos conscientes –en relación al fatalismo- que el qadar no anula nuestra libertad. Jamás el mundo islámico ha perdido con su defensa del qadar la cordura de sentir que el ser humano construye su propio destino. La acción es para el Islam el modo propio del ser humano de estar en el mundo. Esta idea fue expresada bellamente por el poeta Yamil Al Mansur Haddad: Y si no hay actos sobre la tierra / es difícil que en los Cielos Al-lâh nos escriba. Para el cumplimiento del qadar el hombre debe actuar según lo que mejor cree. En el Corán se nos dice (71:3-4) “Adorad y temed a Al-lâh; y obedecedme. Que así Al-lâh cubrirá vuestros errores y os permitirá vivir hasta el plazo que os ha prefijado”. Es decir, que el qadar no limita la voluntad actual de Al-lâh. Al-lâh ha establecido cómo sería todo, pero Él no está condicionado por lo que ha establecido. Porque Al-lâh “anula o confirma lo que quiere”. La novedad que trae el Islam a una Arabia que basculaba entre el libertinaje o el fatalismo, se resumiría en una frase: Todo responde a la decisión de Al-lâh, pero el qadar –su Voluntad- cambia. Porque Al-lâh no es un rehén de sí mismo. Es una voluntad, no una orden. Es una voluntad –he aquí el misterio- a la que pertenece tu voluntad. El qadar no es una montaña que te aplaste sino un océano en el que puedes entrar. Nos hacemos conscientes de que estamos dotados de una voluntad que da expresión a la Voluntad. Esto queda reflejado en un hadîz del Profeta: “El du‘â expresión íntima de deseo es capaz de cambiar el qadar”. El Islam te invita a hacer crecer tu voluntad dentro del qadar. En esos momentos en que puedes cambiar el qadar, tú eres aquello que traduce la acción de Al-lâh en tí mismo. El hadîz del Profeta nos conmina a cambiar las situaciones que consideremos injustas, nos invita al ÿihâd, y no a esperar ninguna clase de liberación desde fuera. ¿Es esto fatalismo? El qadar no es –nunca podría ser- lo que entendemos por Destino. En un planteamiento semita, en el que el mundo es creado en cada instante (jalq al ÿadîd), el qadar no es Destino ni Predestinación. ¿Cómo puede haber algo predestinado si no hay nada anterior al presente? El qadar nos hace descubrir el acto de Al-lâh en acto presente. El Destino, por el contrario, es una creencia de sociedades viejas, oxidadas, sin capacidad de cambio, que se han resignado a su extinción. Mientras que el Islam está en ebullición. En resumen, el qadar es un esfuerzo del hombre (que se inserta en la Voluntad de Al-lâh) por aceptar y por transformar lo real...